EL HELICOIDE, UN SÍMBOLO DEL COLAPSO VENEZOLANO

El Helicoide es una edificación con forma de pirámide de tres lados que se encuentra construida sobre una colina en Roca Tarpeya entre las Parroquias San Pedro y San Agustin, en la prolongación de las avenidas Fuerzas Armadas, Presidente Medina Angarita y Nueva Granada, en la ciudad de Caracas, Venezuela. 

El Helicoide iba a ser un mall único en América Latina, pero hoy es una prisión donde actualmente funciona la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN). 

Su construcción se emprendió por una compañía privada, siendo este un edificio que formó parte del Plan de Modernización de Caracas emprendido en 1956 por Marcos Pérez Jiménez. La primera etapa de la obra concluyó en 1961.  Fue diseñado por los arquitectos Pedro Neuberger, Dirk Bornhorst y Jorge Romero Gutiérrez, el mismo albergaría un centro comercial, un hotel de cinco estrellas, un estudio de televisión, un parque, un club de propietarios y un palacio de espectáculos. Posterior a la caída de la dictadura, los primeros gobiernos democráticos se negaron a continuar la obra. 

Hubo una época en la que todos se rendían a los pies de “El Helicoide”. El poeta Pablo Neruda lo alabó. “Esta es una de las creaciones más exquisitas brotadas de la mente de un arquitecto”, diría luego de una visita a Venezuela. Y hasta Salvador Dalí mostró interés en ofrecer su arte para decorar aquella edificación, que a finales de la década del cincuenta prometía ser el más moderno de los centros comerciales. 

El Helicoide fue pionero en muchas tecnologías en el área de la construcción, entre ellas, el uso de ascensores inclinados los cuales tenían un recorrido de 440m de largo con una pendiente de 30° grados que llevaría a los visitantes desde el acceso peatonal ubicado en la urbanización Las Acacias hasta los diferentes niveles comerciales de El Helicoide, rematando en la cima del complejo. 

Los ascensores tendrían una velocidad de 2m/seg y una capacidad de 96 personas, dichas máquinas fueron construidas por la empresa Wertheim, en Viena, Austria, los cuales llegaron al Puerto de La Guaira pero más nunca se supo nada de ellos pues nunca fueron instalados, hasta el día de hoy no se sabe cuál fue el destino de estos ascensores, los cuales hubieran sido pioneros en Venezuela y el continente. 

La paralización de las obras en 1961 se da por problemas de presupuesto. Ese mismo año fue exhibido el proyecto en el Museo de Arte Moderno de Nueva York hasta que en 1965 se intentan retomar los trabajos para concluirlos en 1967 incluyendo un área para aerotaxis pero tampoco fue continuada. Para 1982 se logra concluir solamente la cúpula geodésica de aluminio como remate superior de la infraestructura de concreto. A partir de 1984, con mucha lentitud y sin responder a un proyecto. 

Durante estos veinte años, esta construcción venezolana que logró obtener titulares a nivel mundial quedó sumida en un silencio casi absoluto. Sus arquitectos, desesperados por el fracaso de esta fantástica aventura, se dedicaron a otros proyectos. Caracas, fiel a su temperamento moderno que mira siempre hacia adelante y nunca hacia atrás, continuó su camino, olvidando a esa magnífica espiral que había buscado llegar al cielo del consumo. A decir verdad, los distintos gobiernos nacionales y locales posteriores intentaron salvar al gigante congelado. Una tras otra, cada administración propuso diferentes planes comerciales, culturales o combinaciones de ambos, llegando a proponer veintisiete proyectos en total: centro automovilístico, centro de artes escénicas, museo de arte, centro de turismo, cementerio moderno, estación de radio y televisión, multi-cine, biblioteca nacional, museo de antropología y centro ambiental son algunos de los más resaltantes.

Su sola presencia deja sin aliento a una Caracas afligida y silente, que vive en el recuerdo de un pasado glorioso.

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